Pulso al fracaso, pulso a la temperatura
¡Buenas!
El otro día en clase vimos un
documental titulado ‘Pulso al fracaso’ en el que se mostraba el trabajo diario
de educadores en un centro de segundas oportunidades dirigido por el pedagogo
López-Aranguren. En este centro se busca encaminar a los alumnos de manera que
en el futuro no sean individuos vulnerables a la exclusión social. Estos
jóvenes acuden al centro como recomendación del antiguo centro al que acudían o
porque conocidos les han hablado de él, pero siempre de manera voluntaria y
teniendo una entrevista antes de ingresar. En esta entrevista se les preguntan
cosas como cuántas asignaturas creen que van a suspender, lo que yo entiendo que
es una manera de que en un futuro, cuando se hayan conseguido graduar, hacerles
ver que no se tienen que infravalorar y dejándoles claro que esta es su última oportunidad
y deben aprovecharla.
Los alumnos de estos centros llegan
habiendo vivido situaciones e infancias muy complicadas
por lo que los alumnos son lo más parecido a una reacción de combustión
(reacciones de oxidación acompañadas de desprendimiento de calor y de luz).
Siguiendo con la analogía, si la combustión se realiza en el aire (cuando se da
al alumno una atención integral, con paciencia y respeto) la temperatura que se
alcanza (el grado de la problemática) es menos alta que en oxígeno puro (cuando
se trata al alumno como si fuera un estorbo del que hay que deshacerse). La
cuestión puramente química, por si os lo preguntáis, se debe a que el calor
liberado se consume no sólo para calentar a las sustancias iniciales de la
reacción, sino que en el aire (formado, a grandes rasgos, por un 79% de
nitrógeno y un 21% de oxígeno), también se consume ese calor para calentar el
nitrógeno.
La "temperatura" de los alumnos al llegar a estos centros suele ser tan alta que destruyen todo a su paso, incluso a ellos mismos y es precisamente en estos centros en los que, a través de un clima conveniente para ellos, se les consigue bajar esa "temperatura" y que sean personas saludables para los demás y, sobre todo, para ellos mismos.
Por ello quiero destacar la
importancia de dar una atención integral individualizada a cada uno de los
alumnos. Todos los alumnos deben ser
tratados en un ambiente de igualdad según sus situaciones personales y sus capacidades. Hay personas con enfermedades que no son tan fáciles
de diagnosticar como, por ejemplo, el TDAH (trastorno por déficit de atención e
hiperactividad). En el vídeo vemos que en el centro hay un alumno al que
le supone un gran esfuerzo estar concentrado durante un período de tiempo en
algo, pero si ese algo le gusta se podría tirar horas con ello. Este es un caso
entre tantos muchos otros casos, de ahí el valor de esta atención integral
individualizada, el profesor debe adaptarse a las capacidades de cada
estudiante para que puedan explotar aquello que les gusta y les interesa (a
pesar de tener que cumplir con un mínimo de conocimiento) y eso les sirva en un
futuro.
Con todo esto quería reflejar que
los alumnos no son algo pasajero en nuestra vida, algo que está ahí para que
les demos cuatro conocimientos sobre nuestra especialidad y quedarnos tan a
gusto. Los profesores debemos apoyarnos entre nosotros para conseguir
evolucionar y crecer ya no como profesores sino como educadores y para llegar a
obtener la recompensa de saber que el alumno es feliz y ha conseguido lo que se proponía en la vida.
¡Muchas gracias!
María.
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