Pocos, mayores, muy dispersos y con una educación singular
A nivel educativo Castilla y León está en una posición privilegiada. Podemos decir orgullosos que nuestra educación está al nivel de países como Finlandia, los cuales tienen unos resultados en informes como el PISA (examen en el que se miden el grado de competencia del alumnado en materias como matemáticas, ciencias, comprensión lectora y resolución de problemas) extraordinarios. Pero… ¿qué es lo que lleva a Castilla y León a tener estos resultados y ser un referente para países como Colombia y Marruecos?
El doctor Jaime Foces Gil nos esclarece
esta pregunta en su tesis ‘Desigualdades regionales y cohesión del sistema
educativo’.
Partiendo de que Castilla y León
sobresale a nivel nacional en cuanto a resultados, es curiosa la idea de que
nosotros no deberíamos estar en esa posición si nos guiamos por factores
socioeconómicos. La razón de esta singularidad, según Jaime Foces Gil, radica
en factores históricos.
En su tesis Jaime Foces Gil comenta
la importancia de habernos adelantado hacía tiempo a la LOMCE en cuanto a horas
lectivas de materias troncales y la importancia que ha tenido el papel de la
mujer en la historia evolutiva de la educación castellanoleonesa. La educación
no fue cuestión de oferta educativa sino de demanda de esa educación por parte
de la sociedad. Así, desde mediados del siglo XIX ya era obligatorio que las niñas
acudieran a la escuela y a principios del siglo XX la alfabetización ya se encontraba
por encima del 70%. Esto demuestra que la pronta alfabetización de las mujeres fue
clave en el desarrollo de la educación, aunque, como muy bien deja entrever
Julia Pereletegui en una nota en El Norte de Castilla en 1918, “Si dedicáramos
las horas que malgastamos en cosas fútiles al estudio de aquello que nos
interesa, de aquello por lo que sentimos verdadera afición, se elevaría mucho
nuestro nivel intelectual, y los hombres no nos tendrían en el concepto de
inferioridad con el que hoy nos consideran”, había aún mujeres que seguían,
probablemente por imposición, por el camino del absentismo escolar y de no
continuar estudios superiores.
Otro punto muy importante que
demuestra la singularidad de Castilla y León es el pacto en competencias de
Educación de 1999, que permitió, durante más de una década, tener una
estabilidad educativa, cosa que no se ha conseguido a nivel nacional a día de hoy.
El último punto clave es la
manera que tiene Castilla y León de hacer las cosas, se busca una política de
adaptación a la dispersión y despoblación territorial siguiendo un modelo
curricular exigente y dando un fuerte impulso a las políticas de fomento a la convivencia
escolar y a la mejora de resultados. De esta manera, Castilla y León apuesta
por la inversión en transportes escolares,
por la importancia de los centros rurales (a pesar de que en los últimos años
ha habido centros que se han visto obligados a cerrar) y por promover el bilingüismo
cada vez en más centros.
Sin embargo, algo que llama mucho
la atención es la contradicción que presenta la obtención de tan buenos
resultados en informes como el PISA y, en contrapunto, el alto porcentaje de fracaso
escolar (entorno al 21%). Este fracaso escolar implica que el individuo se
pueda encontrar en riesgo de exclusión social e indefenso laboralmente teniendo que optar
por depender de salarios públicos y de ayudas sociales. Como medidas de gran
relevancia para intentar evitar a toda costa este fracaso escolar se quiere
implantar, en el caso de los centros “gueto”, una mayor flexibilización para
distribuir a los escolares en grupos, teniendo la posibilidad de estar a
disposición de más recursos y materiales así como una plantilla ampliada de
profesorado motivado y experto. Para potenciar también que los estudiantes se
queden en los centros se impulsará la realización de actividades extraescolares,
la convivencia con otros centros y el trabajo con las familias y la posibilidad
de realizar FP Dual o Bachillerato parcial.
Por lo tanto, se puede afirmar de
manera rotunda que la educación en Castilla y León es algo de lo que podemos
fardar, aunque sea un poco y algo que tenemos que agradecer profundamente a las
generaciones anteriores que han luchado por ello.
¡Muchas gracias por leerme!
María.
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